Al contrario que en épocas históricas anteriores, en las que eran la ropa y los complementos los que sufrían transformaciones para resaltar ciertas partes del cuerpo, actualmente es el cuerpo el que se “moldea”. Y, por si fuera poco, ese prototipo ideal de delgadez no se presenta como algo extraordinario, sino como “lo normal”, el cuerpo que todos “debemos” tener.
Los medios de comunicación, la publicidad y la moda han dejado de escuchar la opinión de la mayoría y se han centrado en las necesidades o ideales de una minoría, para la que lo bello ha de tener un patrón físico determinado y además ser joven, no dejando alternativa a las mujeres maduras. De esta manera, se ha creado entre la población una “necesidad” respecto al cuerpo, que no se corresponde con la realidad. No es necesario ser alto, joven y delgado para ser feliz. Ha llegado un punto en el que las niñas quieren parecer más mayores y las señoras maduras quieren parecer más jóvenes. Es lo único que importa, la juventud y el atractivo eternos que se pueden conseguir, claro está, gracias a los productos de cosmética y estética que nos ofrece esta industria de la belleza que se ha creado y que sigue generando millones de beneficios.
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